Predicaciones de los solemnes cultos en honor a Ntra. Sra. del Rosario, celebrados del 7 al 11 de octubre de 2015 y predicados por Fr. Angel Luis Fariña Pérez, Dominico.
Sábado
10 de octubre:
“LA VIRGEN MARÍA EN LA
RESURRECCIÓN DEL SEÑOR”.
Beato Ángelico - Nolli me tangere Convento de San Marcos - Florencia |
Misterios de Gloria
EVANGELIO
Lectura del santo
evangelio según san Mateo 28, 1-10
“En la madrugada del
sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la
otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un
ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó
encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los
centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las
mujeres:
–«Vosotras, no temáis; ya
sé que buscáis a Jesús, el crucificado.
No está aquí. Ha
resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a
decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por
delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he
anunciado.»
Ellas se marcharon a toda
prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a
los discípulos.
De pronto, Jesús les salió
al encuentro y les dijo:
–«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se
postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
–«No tengáis miedo: id a
comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»”
El
Evangelio que hemos proclamado hoy, nos acerca a que contemplemos y meditemos
los Misterios de gloria. Contemplar
estos misterios nos lleva a comprender que el amor vence a la muerte. Con la
resurrección y ascensión de Jesús, se nos da pie para que con nuestra forma de
vivir, manifestemos que nuestro futuro ya está habitado por un amor gratuito
que nunca falla; y el Espíritu se encargará de hacernos sentir que todo es
derroche de amor de Dios para con nosotros. Y en esta meditación de gloria, los
últimos misterios del Rosario nos muestran la “nueva vida de María” y cómo
asume el “reinado de Dios” como opción definitiva de su Hijo. Porque meditar y
contemplar los misterios que nos hablan de gloria, es meditar sobre la
esperanza que dinamiza la historia, nuestra historia.
Los
misterios gloriosos nos tienen que invitar a contemplar la experiencia de lo
nuevo que nos trae la resurrección. Porque la resurrección siempre es en
nuestra experiencia algo nuevo. Lo viejo termina, caduca, no porque sea viejo,
sino porque ya no sirve. Aquí lo viejo no es lo que tiene más edad, sino lo
obsoleto, lo que no nos permite ya crecer, lo que nos ata, lo que nos encadena.
La resurrección es también frescor, vitalidad. Frente a todo lo que mata,
frente todo aquello que nos arrebata la luz y la vida, la resurrección
significa luz y vida nueva en abundancia.
En
muchos ámbitos de nuestra vida ocurre que, a veces, estamos por inercia sujetos
a determinadas conductas o modos de pensar y comportarnos, que no ayudan a que
nuestro mundo sea un mundo mejor para todos. Nuestro sistema económico global,
sustentado en nuestras costumbres consumistas, genera en el mundo una gran
desigualdad. Jamás el planeta tierra conoció tantos millones de personas
hambrientas. A pesar de todo lo que hemos avanzado, acudimos con facilidad a la
guerra para solucionar nuestros problemas. El consumo energético desmesurado
parece hablarnos de una situación que será difícil de sostener durante mucho
tiempo. No sabemos aún cuáles serán las repercusiones del calentamiento global
que el ser humano está generando pero, si no se toman medidas cuanto antes, los
augurios no son nada buenos. Invito a leer con detenimiento la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, donde
profundiza sobre todos estos aspectos. También muchas cosas dentro de nuestra
Iglesia parecen a veces esclerotizadas. La situación de la mujer sigue siendo
vergonzosa (hay lugares donde está peor, ciertamente) y a veces uno no ve sino
gestos duros, caras largas, palabras de condena, amenazas y rivalidad entre
posturas desde diferentes dignidades mitradas, como ocurre en el actual Sínodo.
Meditar
los misterios de gloria nos tienen que remitir a Creer en la resurrección,
experimentarla. Pero también a trabajar conforme al futuro que en ella se nos
muestra. La resurrección indica que la manera en la que Jesús de Nazaret se
enfrentaba a la vida es la manera de conseguir un mundo mejor… ¡¡para todos!!
Nuestra obligación como cristianos es trabajar para que surja lo nuevo, para
que la vida nueva se abra camino en todas las circunstancias, sociales y
personales, de todo el mundo. La resurrección nos enseña que el destino del ser
humano es la felicidad. Sabiendo que al fin la victoria es nuestra, sabiendo que
el mal y la muerte no tienen la última palabra. Por eso tenemos que
arriesgarnos, hemos de salir a la calle, asomarnos a la ventana, tenemos que
ver lo que ocurre… y romper esquemas si es preciso ¿Qué impide que ahora mismo
creemos un mundo más justo? ¿Por qué no estiramos la mano e intentamos tocar la
gloria?
Meditar
los misterios de gloria es percatarnos de que Cuando somos capaces de crear
algo nuevo y sugerente, algo que transforma la realidad en una realidad mejor,
más justa, más bella, entonces, hemos experimentado la resurrección. Cuando nos
libramos de las cadenas que nos atan a nosotros mismos, a nuestro terruño, a
nuestros intereses, caprichos y demás; cuando salimos hacia el otro y lo
consideramos en su dignidad, hemos experimentado la resurrección. Cuando
compartimos vida porque la damos y no la guardamos solamente para nosotros,
entonces, hemos experimentado la resurrección. Cuando creamos estructuras
sociales más justas, menos violentas, donde cada vez hay menos opresores y
oprimidos y más hermanos, entonces, hemos experimentado la resurrección. Cuando
conseguimos mantener una relación respetuosa con la naturaleza, sabiendo ver en
ella no solamente aquello útil que necesitamos para sobrevivir, sino además un
don espiritual de belleza inagotable, entonces, hemos experimentado la
resurrección.
Meditar
los misterios de gloria también nos tiene que llevar a La experiencia del
Espíritu; que no es una experiencia al margen del mundo ni de lo cotidiano. La
experiencia del Espíritu, la experiencia religiosa, es propiamente la densidad
profunda de la existencia. Es el corazón y la fuente de la conciencia, la luz
de la que emana toda otra luz. Meditar con la oración del rosario la
experiencia del Espíritu, nos hará contemplar que cada partícula del universo
es un pálido reflejo del esplendor y la gloria divinos. Gracias a la
experiencia del Espíritu cada átomo de la creación es para nosotros una zarza ardiendo.
Los
misterios gloriosos nos muestran que por el Espíritu experimentamos que somos
inmortales, que a pesar de que la figura del mundo presente termina, estamos
llamados, todos y cada uno de nosotros, a una forma de existencia de una
riqueza inagotable, de una alegría indescriptible. Fuimos creados para la luz
indeficiente y la 15 transparencia del amor, y cuando las sombras y oscuridades
de este mundo cesen, entonces, la alegría que aquí ha comenzado, allí llegará a
plenitud, tal y como le ha ocurrido a la madre de Jesús, María la virgen.
Vivamos desde el espíritu, o mejor, dejemos que sea el Espíritu el que viva en
nosotros: esta es la fuente de la alegría que nadie nos podrá arrebatar. La
vida que nadie jamás, ¡¡jamás!! nos
podrá arrebatar.
Recemos
el rosario y contemplemos los misterios de gloria, y junto con María, la Señora de los misterios gloriosos,
experimentemos que Dios hace triunfar la vida sobre la muerte, el bien sobre el
mal, la verdad sobre la mentira y los abusos. Que nuestra Iglesia tiene la
fuerza del Resucitado y la sostiene el Espíritu Santo. Que Jesucristo sigue
vivo en nuestras comunidades, que sigue con nosotros y entre nosotros curando,
perdonando, acogiendo… salvando.