Predicaciones de los solemnes cultos en honor a Ntra. Sra. del Rosario, celebrados del 7 al 11 de octubre de 2015 y predicados por Fr. Angel Luis Fariña Pérez, Dominico.
Domingo 11 de octubre:
XXVIII domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo B)
Beato Ángelico, Cristo predicando a los Apostoles Convento de San Marcos, Florencia. |
EVANGELIO
Lectura del santo
Evangelio según San Marcos. 10, 17-27
Se ponía ya en camino
cuando a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno,
qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Por qué
me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No
mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falsos testimonio, no seas
injusto, honra a tu padre y a tu madre.” El, entonces, le dijo: ”Maestro, todo
eso lo he guardado desde mi juventud.” Jesús, fijando en él su mirada, le amó y
le dijo: “Una cosa te hace falta: anda, cuánto tienes véndelo y dáselo a los
pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme. “Pero difícil,
abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: “Qué difícil es que los
que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron
sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra,
les dijo: “Hijos, que difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que
un camello pase por el ojo de la aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: “Y quién se podrá
salvar?” Jesús, mirándolos fijamente, dice: “Para los hombres, imposible; pero
no para Dios, porque todo es posible para Dios.”
El
Evangelio del día de hoy nos remite a la liturgia del vigésimo octavo domingo
del Tiempo Ordinario. La lectura del evangelio de este domingo nos presenta una
16 escena, creo que de todos muy conocida: el joven rico. A este joven lo
distingue el verbo «acumular»: riquezas, reconocimientos, merecimientos etc. Su
riqueza lo convierte en constructor de una sociedad injusta. Por su parte,
Jesús le propone un cambio: optar por otro verbo, que es «compartir». Jesús le
plantea que comparta su vida con él, es decir, ser discípulo suyo; y su riqueza
con los que más lo necesitan: los pobres.
La
postura de Jesús es clara y rotunda: hay que dejar de ser egoístas y no mirar a
los demás solo en función de sus propios intereses; y por el contrario,
atrevernos a comenzar una vida más solidaria, transparente y de amistad
sincera. El fin de nuestra vida no es hacer dinero y conseguir éxito para
lograr un bienestar personal. El fin de la vida es que seamos constructores de
una humanidad en la que predomine un nosotros muy amplio, con vistas a un
camino común hacia el sentido y la felicidad.
El
querer tener, poseer, acumular, creo que es una enfermedad. Pone en evidencia
una irregularidad en la persona que poco a poco puede arruinarnos la
existencia, quitándonos la libertad y la alegría de la vida. Y esto se irá
agravando en la medida en que pongamos como objetivo primordial el tener, con
lo que esto pueda conllevar. El informe médico que se podría extraer sería
este: individuo que ha reducido el sentido de su vida a que sea reconocido y
admirado por su dinero, posición social, por el aplauso o el nivel de vida que
se puede permitir. Y el diagnóstico: narcisismo; no tiene cura. El joven del
evangelio se marchó disgustado; aunque cumplía fielmente con lo establecido,
estaba enfermo, ya que su ambición por el tener le había quitado la libertad y
la sabiduría del corazón. No comprendió que el seguimiento de Jesús trae
consigo otra manera de ver la vida desde la libertad y la generosidad. El
Evangelio de hoy nos quiere trasmitir que Aprendamos a vivir con lo necesario:
¿Por qué? Pues porque seguro que tendríamos menos problemas, estaríamos más
atentos a los necesitados, viviríamos con más libertad y lo más importante:
seríamos más humanos, todo tendría más sentido y por supuesto habría felicidad.
Pero
hay un dato en el texto del Evangelio de hoy que quiero destacar en el marco de
nuestros cultos a la Santísima Virgen del Rosario. El texto nos dice al
comienzo que Jesús salió al camino. Esto nos remite a que Jesús estaba en
contacto con la realidad. Nosotros, mañana, saldremos al camino; saldremos a
las calles de esta preciosa ciudad acompañando a la imagen de María, pero: ¿con
qué finalidad?
Es
evidente que mañana llevaremos a cabo una expresión que es vital y alma de la
cultura de esta tierra. Pero nuestra salida al camino en el día de mañana tiene
que tener el fin de ser un verdadero anuncio de Jesucristo. Tiene que ser una
catequesis que, quedándose en la retina de quienes la vean, se pueda convertir
en pregunta renovadora. Porque de esa forma se podrá mirar nuestra
manifestación de mañana no solo con ojos de artista o de sociólogo, o de simple
curiosidad: también se podrá mirar desde la fe. Si este fin se consigue será, a
partir de ahí, el amor, el consuelo y la esperanza los que puedan renacer desde
los rescoldos de nuestra memoria por medio de esa mirada.
Estoy
totalmente convencido que para evangelizar a un pueblo hay que caminar con él,
es decir, salir al camino como hace Jesús en el Evangelio de hoy. Se trata de
llevar a cabo la ley de la Encarnación donde se desciende a lo profundo de lo
humano para que sea asumido y, por consiguiente, salvado. Salir mañana con la
Señora del Rosario por nuestras calles muestra la riqueza de los valores que
este pueblo manifiesta con sus ejercicios de piedad. Debemos comprender la fe
que expresan esos actos y compartir la fuerza que llevan consigo. Pero también
nuestra salida al camino tiene que mostrar diálogo, tolerancia y respeto;
gestos de fraternidad y escucha respetuosa para con todos. Porque si lo hacemos
desde una postura intransigente, de ruptura y de forma impositiva, nos podríamos
convertir en el joven rico del Evangelio
y, por consiguiente, flaco favor le estaríamos haciendo a los valores
evangélicos que el Rosario pretende defender y manifestar.
Nuestro
mensaje de mañana por las calles de esta ciudad tiene que ser ofertar la posibilidad
de entrar en comunión con Dios-Padre y la gracia de la salvación y liberación.
Nuestro mensaje de mañana por las calles de esta ciudad, tiene que ser que
queremos escuchar heridas y sanar errores. Que queremos bendecir ilusiones,
corregir engaños, acompañar soledades y levantar pobrezas. En definitiva,
nuestro mensaje de mañana por las calles de esta ciudad debe ser, que queremos
proponer que miren a la Señora del Rosario porque junto a ella queremos
alentar, apoyar y sostener a quien lo necesite.
Me
van a permitir ustedes que en el día de hoy termine mi reflexión dirigiéndome a
ella, la Señora del Rosario, en forma de plegaria:
Señora del Rosario: tú mejor que nadie
sabes quiénes somos y lo que somos. Hoy, aquí, ante tu altar, queremos unir
nuestros corazones al tuyo para decirte: acógenos, bendícenos, danos paz en un
mundo que tiembla a causa de guerras, armas brutales y gente impasible. Haznos,
Madre, solidarios en un mundo que necesita abrazos, caricias, ternura. Haznos
testigos y predicadores de la verdad del Evangelio de tu hijo Jesús. Queremos,
junto a ti, contemplar los misterios de la vida de tu hijo Jesucristo que se
hizo solidario con y por nosotros, con el afligido y el desamparado. Señora del
Rosario, Madre de toda la humanidad, que llegue tu mirada a todos. Que nadie
quede excluido, porque ¡¡ERES MADRE!!
Que se borren, Señora, las señales de
maldad en este nuestro mundo y sea la ternura la que nazca, porque eres abogada
e intercesora nuestra, madre de misericordia. Señora, Madre del Divino Amor, en
esta Granada del Rosario y en estos días del rosario de Granada, oriéntanos
hacia Jesús, el misericordioso por excelencia, el rostro humano de Dios. Él que
es “rico en misericordia” por los siglos de los siglos. Amén.
Predicación Segundo Día - Misterios Luminosos
Predicación Tercer Día - Misterios Dolorosos
Predicación Cuarto Día - Misterios Gloriosos