La Cuaresma, tiempo de Gracia



La cuaresma es tiempo de conversión: pero, ojo, no nos engañemos: la cuaresma es, ante todo, tiempo de gracia; la conversión es una inmersión en el eterno designio de Dios. No se trata tanto de hacer esfuerzos que sobrepasan nuestra capacidad sino de descubrir lo que ya somos, por la gracia. La conversión cuaresmal no tiene otra razón de ser que la de llegar a ser por la gracia lo que ya somos por carácter.
Es decir, se nos invita a redescubrir nuestras raíces o, mejor, "nuestra raíz", pues nuestra raíz permanente en este mundo es Jesús, muerto y resucitado, que no cesa de germinar en la tierra de los hombres. Esta raíz permanente es obra del Espíritu, que nos hace capaces de entrar en comunión con el Dios de amor y de vida.
Por eso, en este tiempo de gracia, a través de los tres pilares de la cuaresma, oración, limosna y ayuno, nos ayuden a quitar de nosotros todo lo que nos estorba para configurar nuestra vida con la de Cristo.